Por Raphael Minder
Situada en la cima de una colina del noroeste de España, Urueña domina un vasto y ventoso paisaje de campos de girasol y cebada, así como una famosa bodega de vino. Los muros de algunas tiendas están construidos directamente en las murallas del siglo XII del pueblo. A pesar de su belleza escarpada, Urueña, al igual que muchos pueblos de las zonas rurales de España, en las últimas décadas ha tenido dificultades con una población envejecida y en disminución que dejó a la población estancada en unos 100 residentes a tiempo completo. No hay carnicero ni panadero: ambos se jubilaron en los últimos meses. La escuela solo tiene nueve alumnos.
Pero desde hace una década, hay un negocio que prospera en Urueña: los libros. Hay 11 tiendas que venden libros, incluyendo nueve librerías. “Yo nací en un pueblo que no tenía librería, y en el que la gente se preocupaba mucho más de cultivar sus tierras y sus animales que de los libros”, dice el alcalde de Urueña, Francisco Rodríguez, de 53 años. “Este cambio es un poco extraño, pero es un orgullo para un lugar minúsculo haberse convertido en un centro cultural, que ahora ciertamente también nos hace diferentes y especiales respecto a los demás pueblos de nuestro entorno”. El intento de convertir Urueña en un centro literario se remonta a 2007, cuando las autoridades de la provincia invirtieron unos 3 millones de euros, o unos 3,3 millones de dólares, para ayudar a restaurar y convertir los edificios del pueblo en librerías, y para construir un centro de exposiciones y conferencias. Ofrecieron un alquiler simbólico de 10 euros al mes a los interesados en administrar una librería. Rodríguez, el alcalde, reconoce que el hecho de convertirse en un destino turístico no garantiza que se instalen más residentes a tiempo completo para mantener vivo al pueblo. Las recientes jubilaciones de los dueños de las tiendas son una prueba más de ello. “Es muy lamentable, pero simplemente no pudimos encontrar a nadie de la generación más joven de aquí dispuesto a tomar el relevo como nuestro nuevo carnicero”. El pan del desayuno y la carne ahora vienen desde un pueblo vecino. La desfavorable demografía de la España rural —un fenómeno que ahora se conoce como “la España vacía”, presentará un desafío continuo para sobrevivir, predijo el alcalde. No obstante, la iniciativa de las librerías ha dado sus frutos.
Urueña fue seleccionada para los subsidios por su idílico emplazamiento y sus pintorescos edificios, y por su ubicación de acceso relativamente fácil. Está al lado de una autopista en el noroeste de España y a poco más de dos horas en carro de Madrid y a unos 50 kilómetros de la ciudad medieval de Valladolid.
El plan era mantener a Urueña viva con el turismo del libro, siguiendo el modelo de otros centros literarios rurales de toda Europa, especialmente Montmorillon en Francia y Hay-on-Wye en el Reino Unido, donde alberga desde hace tiempo uno de los festivales literarios más famosos del continente. España tiene uno de los mayores mercados de edición de libros de Europa, que alimenta una red de unas 3000 librerías independientes, y el doble si se cuentan las papelerías y otros lugares que venden libros. Pero alrededor del 40 por ciento de las librerías tienen menos de 90.000 euros de ingresos anuales, lo que equivale a operar un negocio de subsistencia, según Álvaro Manso, portavoz de CEGAL, asociación que representa a las librerías independientes españolas. “La tendencia es que el tamaño importa y que las librerías más pequeñas van a desaparecer”, como ha ocurrido en otros países en los que el sector del libro se ha consolidado, afirma Manso. Para ayudar a los negocios más pequeños a competir, el Ministerio de Cultura de España destinó este mes 9 millones de euros en subsidios para que el sector del libro se modernice y digitalice. La oficina de turismo de Urueña registró 19.000 visitantes en 2021, incluso en medio de la pandemia de coronavirus. Los funcionarios dicen que la cifra real fue mucho mayor porque muchos turistas de un día no aparecen por la oficina. El pueblo también recibe unos 70.000 euros al año de dinero público para organizar eventos culturales como clases de caligrafía, representaciones teatrales y conferencias.
La sobrevivencia de esa enorme red nacional de librerías en España, donde los niveles de lectura no son especialmente altos, es “una de las grandes paradojas de este país, pero creo que vivimos en una especie de burbuja del libro”, dijo Víctor López-Bachiller, propietario de una librería en Urueña, es uno de los 100 residentes del pueblo, la mayoría de ellos jubilados. Como el alquiler es bajo, López-Bachiller puede mantenerse a flote económicamente con la venta de una serie de libros de segunda mano, desde clásicos en español, como Pedro Páramo —del cual su librería toma el nombre—, hasta cómics como Tintín. En su tienda también se exponen unos 50 modelos de máquinas de escribir antiguas que, asegura, utilizaron escritores como Jack Kerouac, J.R.R. Tolkien, Karen Blixen y Patricia Highsmith.
Tamara Crespo, periodista, y su esposo, Fidel Raso, fotógrafo, compraron una casa en Urueña en 2001, antes del esfuerzo por convertir la zona en un centro literario. Ahora también tienen una librería. “Considero que estar aquí no es solo querer tener una librería libre de alquiler, sino también abrazar una determinada forma de vida y construir una comunidad”, dijo Crespo, cuya tienda se centra en el fotoperiodismo. Una de sus pocas quejas es que otros propietarios de librerías abren nada más esporádicamente, sobre todo los fines de semana, cuando saben que habrá más visitantes, a pesar de que el proyecto de inversión estipula que sus tiendas deben abrir al menos cuatro días a la semana. También señala que la población ha seguido disminuyendo ligeramente en las dos últimas décadas, a pesar de que Urueña se ha convertido en un imán para los amantes de los libros.
Isaac García, quien tiene una librería en Urueña especializada en publicaciones sobre cine, había vivido antes con su pareja, Inés Toharia, a las afueras de Hay-on-Wye, el paraíso del libro en Gales. La pareja aprovechó la oportunidad de tener su propia librería en el corazón de España.“Sentimos que podíamos combinar un gran negocio con un estilo de vida rural de ensueño, pero esta vez en nuestro país de origen”, dijo García. “Por supuesto, Hay ha tenido mucho más tiempo para madurar y establecerse como centro literario, pero creo que en Urueña lo estamos consiguiendo, poquito a poco”. A veces usan la pared trasera de su tienda para proyectar películas, pero sus intentos de programar tardes de cine al aire libre en el pueblo han resultado complicados. “Aquí hace demasiado viento para una noche de cine”, explicó García.
Incluso antes de que llegaran las librerías, Urueña tenía atractivos culturales. Uno de sus habitantes, Joaquín Díaz, es un cantante folclórico y etnógrafo español. Díaz, quien ahora tiene 74 años, se mudó a Urueña desde Valladolid en la década de 1980 y vive en un antiguo edificio donde ha reunido una amplia colección de instrumentos tradicionales, libros y grabaciones. Hace tres décadas, su casa fue convertida en museo por las autoridades de la provincia.
“Soy realista y no creo que haya que ponerse demasiado nostálgico”, dice Díaz sobre la pérdida de tiendas y oficios tradicionales en pueblos como Urueña. “En general, la vida es mucho más fácil ahora en el campo español que hace 50 años, y cuando yo llegué aquí, nadie podía imaginar que los libros podrían llegar a venderse y ayudar a salvar este pueblo”.
The New York Times